Caramelos. (Relato breve.)




-¡Ya está aquí!, ¡Ya está aquí!- Gritaba la pequeña Sofía mientras abría el portón color ocre de par en par, resbalando un poco, ya que el piso se encontraba recién pulido y brillante, la casa parecía inmersa en una terrible soledad, en parte por su gran tamaño, pero sobre todo, porque era raro encontrar a los padres de la pequeña debido a sus horarios de trabajo y viajes que realizaban algunas veces cada mes. Naturalmente, Sofía  había sido criada con lujo y  glamour, se le daba todo lo que una niña de 12 años podría desear, estudiaba en casa con los mejores profesores de la región, tomaba danza, natación y música, los fines de semana solía ir al zoológico para observar la magnificencia de los animales, sobre todo los leones, que le parecían las criaturas más majestuosas y terribles que podría haber en el mundo, aunque lo más le gustaba hacer, era asistir a la feria de la ciudad, a la que habitualmente iba acompañada de la ama de llaves de la casa. La señora Clemente tenía 50 años de edad, era de complexión robusta lo que hacía que se agitara cada vez que subía escaleras, Sus dientes eran de un amarillo paliado a causa del tabaco que consumía y siempre llevaba impregnado un olor perfume barato y cenicero, su pelo negro se enmarañaba como nido de pájaros sobre su cabeza, sus ojos se escondían de tras de un par de bolsas y sus manos parecían aptas para alguien que trabaja en construcciones.

La feria era un paraíso para Sofía, los colores centellantes que ambientaban el entorno, el olor a mantequilla de la maquina de palomitas fusionándose con el viento en un intento de persuasión, los deliberados gritos de decenas de niños que apostaban su vida en los juegos mecánicos y lo mejor de todo, el puesto de caramelos de la señora Esperanza, era un diminuto puesto ubicado casi al final de la feria donde extrañamente suele llegar la gente, su soporte eran algunos ladrillos dispuestos en columnas paralelas acompañadas por una gran tabla sobre las mismas que era donde disponía  los caramelos en orden ascendente según el precio.
La señora Esperanza conocía muy bien a Sofía quien era su mejor clienta, sabía que aquellos cuerpos sápidos llenos de colores y dulzor le encantaban por lo que la señora esperanza procuraba traer nuevos sabores cada semana…

-¡Ya está aquí!, ¡Ha llegado!- Grito de nuevo Sofía mientras con la mirada barría el espacio n busca de sus padres, poco después su padre salía de su habitación con una taza de café negro en la mano izquierda mientras que en la derecha llevaba doblado por la mitad el periódico del día anterior.
-¿Qué es lo que ha llegado? Pregunto el  padre con el mismo interés que se busca una aguja en un pajar antes de darle un gran sorbo a la taza.
-El circo, ha llegado el circo…
-El circo…, por la tarde le diré a Clemente que te acompañe. Se limito a decir su padre mientras se empapaba con los artículos del periódico y caminaba hacia el lado opuesto del que había venido Sofía.

La pequeña con una sonrisa prolongada corrió a la habitación a contarle a su madre que el circo había llegado, al llegar a la estancia solo noto la cama desatendida, las persianas abiertas y el silbido del aire colándose por la ventana, apresurada como si hubiese visto un fantasma, corrió a buscarla a la cocina, la sala, la biblioteca, el estudio, hasta que al fin  la encontró en el balcón que da del cuarto de invitados a la calle, sostenía un pañuelo entre las manos y tenia los ojos enrojecidos delatores de un llanto nocturno, al ver a Sofía le dio los buenos días con voz quebrada y maltrecha mientras intentaba contener las lágrimas que se apretujaban entre sus ojos. La pequeña jamás había visto a su madre de esa manera, se veía como si el tiempo le hubiese caído encima, el brillo de sus ojos había sido sustituido por un espejo de agua, sus manos temblaban  a un ritmo desigual y sus comisuras se había venido abajo.
-¿Qué pasa mamá?- Pregunto Sofía con cierta ternura desconsoladora en su timbre de voz.
- No pasa nada cielo, mamá solo está un poco cansada- Le respondió en un intento de valor.
-No debes preocuparte por mí, ¿Qué es lo que venias gritando por el pasillo?...
-Ha llegado el circo mamá, lo he visto en un  cartel cuando me asome por la ventana, y traen consigo muchos animales, y leones mamá, traen grandes y feroces leones, y apuesto a que hay caramelos, muchos, muchos caramelos, de sabores infinitos y colores divertidos…
La madre la miraba con envidia y nostalgia de la inocencia que todos los niños tienen, intentando disimular su dolor con la compañía de su hija.

La tarde llego pronto, sin embargo para Sofía fue una espera eterna debido a la impaciencia por ver lo que le deparaba el circo, Clemente hacia los últimos preparativos para salir cuando escucho al padre de Sofía llamarla.
 -¿Me llamo señor?- Dijo clemente con el respeto de un niño a sus mayores.
- Solo para decirte que esta noche tenemos una reunión muy importante, llegaremos al otro día por la mañana, cuando vuelvan haces que Sofía tome un baño y luego valla a la cama, no le permitas comer muchos dulces, le causan problemas de insomnio.
-Como el señor ordene contesto Clemente con el mismo respeto de siempre.

Una vez tomado el bolso y el saco que colgaba de una percha en su cuarto salió junto a Sofía en dirección al circo, el cual no quedaba muy lejos y en favor al agradable clima decidieron caminar hasta el  curioso destino. Unos 15 min después se encontraban en la taquilla donde Clemente se hizo de 2 entradas. El circo era mucho más grande de lo que Sofía imaginaba, constaba de una carpa circular con algunas cuerdas en ciertos puntos amarradas con grandes nudos de lo que para Sofía eran grandes ganchos, en la entrada había una gran cortina roja de una textura aterciopelada, pasando esa cortina  había un señor con una gran barba blanca y un saco a líneas que recibía las entradas, rompiéndolas y depositándolas en un gran cuenco negro que parcia no tener fondo, unos cuantos pasos más adelante se encontraba el cielo de cualquier niño, un gran estante lleno de dulces, caramelos, goma de mascar, chocolates, etc…
Muy distinto al pequeño puesto de la señora Esperanza pensó Sofía, le pidió a clemente que le comprara algo, después de insistir una cuantas veces, la pequeña llevaba dibujada una sonrisa en su rostro y una gran bolsa de caramelos entre las manos, dispuesta a devorarlos uno por uno aunque eso le conllevara un gran dolor de estómago.

Los asientos de Clemente y Sofía estaban ubicados hasta enfrente, un metro por encima del suelo donde sucederían todos los actos, las luces se apagaron dejando así una gran penumbra en el lugar, un pequeño círculo de luz blanca ilumino a un señor en el centro de la pista.
-¡Damas y caballeros! Sean ustedes bienvenidos al lugar donde lo extraño se hace sorprendente, donde los sueños son reales, sonde el tiempo no existe más allá del tiempo mismo…
Sofía miraba con gran asombro al señor que se dibujaba en contraste con la luz que se proyectaba de la lámpara, era muy alto de tez blanca y cabello negro, llevaba sobre los labios un bigote en curvado y tupido, sobre el cabello obscuro un sombrero alto del mismo tono que la obscuridad que invadía el sitio,  giraba entre sus manos enfundadas con guantes blancos un bastón reluciente de limpio.

-… ¡Que comience la función!- Las luces se apagaron de nuevo por breves momentos y al encenderse  sonaba una canción muy animosa mientras un hombre con 5 pelotas en las manos comenzaba a malabarear de distintas formas, el impacto del público se intensifico cuando este sustituyo las pelotas por cuchillos, y en vez de 5 eran 7, cada uno cargado con el mismo destino fatídico al menor error, el siguiente acto incluía a 3 elefantes que un domador les hacía equilibrarse entre ellos, los grandes mamíferos parecían agobiados por el sobre esfuerzo que recaía al desafiar su postura natural, los siguientes actos fueron igual de extraordinarios, cada uno a su manera, desde los gemelos trapecistas que surcaban los cielos como una par de aves con alas nuevas, hasta la mujer que poseía las propiedades de la goma en su cuerpo haciendo que es se contorsionara al extremo.

Pero, era el último acto el que todos los presentes esperaban con  enorme ansia, el domador de leones.- El único hombre sobre la tierra que puede hacer que aquellas bestias le obedezcan en todo momento, sin necesidad de espantosos látigos o claustrofóbicas jaulas.- Anunciaba el hombre el bigote mientras hacía énfasis en la palabra “jaulas”.
-¡Él es…!.- hubo una pequeña pausa de suspenso que no duro más de 10 segundos, -¡MAXIMO!, el domador de leones…

Sofía ahogo un grito al ver salir a las bestias acompañadas por un hombre de gran cuerpo y postura autoritaria. Los leones eran hermosos, era la primera vez que los tenía tan de cerca, o eso creía ya que no existía reja que los separara. El público estaba estupefacto, aquellas bestias iban de un lado a otro, saltando, corriendo y obedeciendo cada una de las ordenes que les imponía el domador, Clemente sentía un leve impulso de adrenalina cuando uno paso a escasos metros de ellas, era una mezcla de terror y admiración.
Sofía por otro lado no pestañeaba para no perderse ni un solo momento del gran show, mientras con la mano derecha tanteaba lo que parecía casi el fondo de la bolsa donde se hallaban reposando algunos caramelos, al dar un gran rugido uno de los leones, la pequeña salto del susto arrojando los caramelos sobrantes hacia el sitio donde se llevaba a cabo el acto y en un intento fugaz de alcanzarlos cayo junto con ellos…

Al día siguiente en el periódico se leía un título muy peculiar, “Dulce muerte”.

Artículo.
El día de ayer en la gran apertura del famoso circo Sourire, ocurrió un acontecimiento fatídico, en el acto final con leones una niña de unos 12 años de edad cayo al escenario al intentar atrapar una bolsa de caramelos, las autoridades y especialistas informan que posiblemente uno de los leones se haya sentido amenazado por lo cual de acuerdo a su instinto se abalanzo sobre la pequeña causándole grandes heridas, aunque el domador logro controlar a la bestia, el tiempo había terminado para tan inocente criatura, al parecer iba acompañada de la ama de llaves de su familia, es sin duda alguna, un horrible hecho para los padres…

Esa fue la última vez que la pequeña Sofía pudo disfrutar de la gloria de los caramelos, sus padres no soportaron el dolor de la perdida y terminaron separándose, el circo fue acusado de peligroso y asesino por lo cual se dispusieron a marcharse 3 días después, Clemente entro en una severa depresión aunque aún seguía trabajando para el padre de Sofía, y la señora Esperanza no dejo de hacer nuevos caramelos hasta que algunos años más tarde la fría mano de la muerte toco su hombro.

-Luit Pold         
   
              

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